lunes, 20 de enero de 2014

De amores y borbones

Todos sabemos que el amor es una de las principales fuerzas de la naturaleza. Al menos en esa idea nos han educado. Es creencia popular que el amor, como la fe (quizás estén hechos de la misma materia), mueve montañas. También circula el rumor de que no podemos vivir sin amor, de que vivimos con él o a brazo partido contra él. Los románticos pensaban que incluso podíamos morir de amor, que nos nubla la razón y desnorta el raciocinio. ¿Cuántas veces he leído en la misma frase las palabras locura y amor? Todos hemos oído hablar de que fulanito o menganita tiene mal de amores. Curiosamente nunca he oído la expresión inversa: bien de amores. Somos legión los que hemos suspirado, e incluso lagrimeado, por el final trágico o feliz de una película o una novela. Siempre, con mi habitual "optimismo", he pensado que habría que hablar de inicio feliz. Las películas de amor suelen acabar cuando el muchacho y la muchacha, salvados los diversos imponderables, se prestan, con el beso final, a comenzar su vida en común. Yo, con cierta acidez, pienso que no estaría de más ver la continuación: las disputas, la monotonía, el agostamiento de ese amor. Sin embargo, hay amores que perduran en el tiempo, amores incombustibles, amores que evitan aquella maldición que dice que cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana. En fin, amores que se fortalecen en el negocio.
Jesús Silva, abogado de la Infanta Cristina, declaró hace unas semanas que ésta actuó siempre por fe y amor a su marido. Dice Violeta Parra en Volver a los 17  que sólo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes. La fuerza del amor como atenuante jurídico. Para Cristina, Iñaki es una especie de dios, una especie de fe revelada que nubla su discernimiento hasta el punto de cargarle a Noos algunas facturas de actividades privadas y diversas, tales como unas clases de baile. Si estar ebrio, salvo para la conducción, es un atenuante, como no lo va a ser la flecha certera de Cupido. Otro cantar es que la frase del abogado destila un tufo machista a abnegada esposa, cuasitontita, que pone sus destinos en manos de un marido pilluelo. ¿Diría el abogado la misma frase, modelo hombre pensante y mujer florero, con un cambio de roles?
Abandono la música de violines, el trinar de los pájaros y las florecillas primaverales.
El próximo 8 de febrero, en un cambio de estrategia de la defensa y la fiscalía (su segunda, o tal vez primera, defensa), Cristina declarará como imputada y lo hará, más allá de hermosas palabras que expresan afanes colaborativos con la justicia, obligatoriamente. Si ahora ni defensa ni fiscalía han recurrido la imputación es por pura visión política. Después de ver un monarca balbuceante en la Pascua Militar, sería demasiado sangrante o burlesco que por segunda vez su hija escapara a la acción de la justicia. Ahora interesa dar una imagen colaborativa, de campechanía borbona, de "todos somos iguales". Sobre todo tras ver el país entero la imagen de viejito gagá del pater familis. Este pueblo, que comulgó con la rueda de molino de aceptar al heredero puesto por el dictador, en aras de un supuesto bien mayor -las libertades políticas-, creo que cada vez digiere peor la circunstancia de tener a la cabeza del estado un ente llamado familia real. Un ente de piel muy fina. En una entrevista el portavoz de la Casa Real, Rafael Spottorno, pidió que el proceso se agilizara pues es un martirio. Sí, Borbón, la justicia es lenta, ¿ahora lo descubres? Un inocente puede estar cuatro años preventivamente en la cárcel mientras se realiza la instrucción de su caso. Siempre recordaré cuando, hace bastantes años, saliendo de una de tus iteuves anuales, le dijiste al micrófono de turno: "les recomiendo a todos los españoles que chequeen su salud". Yo me dije: genial. Este individuo vive en Marte, donde no hay listas de espera para operarse. Es la demostración de que esta gente habita espacios siderales, y es lógico. Un rey tiene que sentir, por fuerza, aunque sea una minucia de desprecio por aquellos a quiénes considera sus súbditos, aquellos que al saludarle siempre inclinan la testuz ante quién bautiza con su nombre y el de toda su familia, construcciones de todo tipo, sin más mérito que el que otorga la cuna.
Contra lo que algunos piensan, no creo que el trono borbónico se tambalee. Está bien asido por el bipartito (aunque de vez en cuando las bases del PSOE asomen una tímida patita republicana) y los poderes fácticos: finanzas, clero y milicia. Aún son ustedes útiles, pues pienso que temen como encajaría la pieza republicana en el puzzle  de esta democracia "atada y bien atada". Pero ténganlo claro, borbones, cuando no les sirvan, si el pueblo no se adelanta, irán al basurero de la historia

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