jueves, 8 de mayo de 2014

Desfachateces (o sea, lo de siempre)

El Tribunal Constitucional ha denegado la libertad provisional a Otegui. Lleva encarcelado desde octubre de 2009. Casi cinco años ha cumplido ya sobre una condena de seis años y medio "por intentar reconstruir Batasuna". O sea, por colaboración con ETA. Efectivamente, Otegui ha colaborado con ETA intentando que cogiera el rumbo del abandono de las armas. Hecho que, más allá de quién quiera arrogarse el mérito, es bastante evidente que se ha producido. Ni siquiera Garzón que inició el proceso que lo encarceló (a él y a varios compañeros más), entiende su permanencia en la cárcel. Sólo se comprende desde la venganza, absolutamente fútil y vana, o desde el temor a que su liderazgo aumente las expectativas electorales de la izquierda abertzale y por tanto del independentismo. Si este último es el justificante al empecinamiento, creo que han errado el tiro por completo. Encarcelando al hombre que desde las filas "enemigas" ha llevado a su gente por las vías exclusivamente políticas lo único que estás haciendo es engrandecer su figura política. Otegui, visto desde cualquier prisma, es un preso político de conciencia, sin delitos de sangre. Incluso, por su contribución a que cese la sangre sería un buen candidato al nobel de la paz. El otro día oí a Santos, presidente de Colombia,  decir que incluso cuando era ministro de defensa y combatía duramente a las FARC (calificada aún de organización terrorista) tenía claro que el final del conflicto era en una mesa, dialogado. O sea, lo que ahora está sucediendo en La Habana sin existir siquiera un alto el fuego declarado entre las partes. Otegui ha sido y es parte de la solución a la violencia, el que ha buscado el dialogo. El "problema" independentista, enfundadas las armas, tiene una solución pacífica y amigable. Se llama consulta popular con igualdad de oportunidades para todas las opciones.

El PP sabe que la imagen de dureza en Euskadi le da réditos en esa masa cerril y aborregada que no ve más allá de los titulares tendenciosos de los telediarios, ese más de 30% de españoles, su inmensa mayoría trabajadores, dispuestos a votar a un partido que ha mermado gran parte de sus derechos, que ha dejado a la "bestia" empresarial sin cadena y reclamando más y más sangre fresca. Lo de bestia lo digo porque ayer el portal de trabajo infojobs en un informe decía eso: que los que iban a un proceso de selección de empleo se sentían tratados como carne, como esos mendigos a los que nunca miramos a los ojos para no ver nuestra propia miseria.
 
Ayer, al igual que hizo en su día Zapatero, Rajoy se reunió con sus amos. Amos que están muy agradecidos (perdón por el lapsus, los amos no agradecen, los amos expresan su satisfacción). Su portavoz, don Emilio Botín, fue claro: "voy a felicitar a Rajoy por lo bien que lo está haciendo".  Lógico. Coherente. Una masa laboral, una clase trabajadora aterrada (con honrosas excepciones) es el mejor regalo para una clase dominante tan voraz y brutal (el alzamiento fascista del 36 la retrata) como la española.

Alguien estará pensando que en un salto mortal sin red he pasado de Otegui a Botín. Quizás tenga razón, soy bastante difuso, algo errático en mis cavilaciones, pero les diré que desde mi perspectiva casi toda nuestra realidad política, económica y social está comunicada por el hilo conductor de lo canallesco, de la desfachatez. La desfachatez de tener en la cárcel a quién ha sido un actor necesario y principal (eso lo dice, por ejemplo, el dirigente socialista Jesús Eguiguren) en el final de la violencia terrorista y la ignominia de quién rinde cuentas, sin disimulo, con luz y taquígrafos, ante los amos, mientras los delincuentes de alto copete que se mueven en los aledaños del poder retuercen las leyes con total impunidad. Y con nuestra pasividad colaborativa.

En este país la desvergüenza es norma. Muñecas y Billy el Niño, torturadores, podrán seguir con sus vidas plácidas sin temor a la acción de una justicia situada a más de 10.000 kilómetros, mientras veinte jóvenes catalanes están siendo juzgados en la Audiencia Nacional por acoso a los diputados del Parlament, pidiéndole la fiscalía a cada uno de ellos ¡cinco años de cárcel! No hubo ningún diputado lesionado. Todo lo más alguna prenda que quedó inservible o tuvo que ir al tinte. Ante una protesta, fruto de una situación social de  grave pérdida de derechos, que, lo admito, pudo provocar alguna ligera congoja en sus señorías, es lícito plantearse por parte de la fiscalía, si no es con ánimo de escarmiento, de recortar la libertad, de meternos el miedo a todos en el cuerpo, repito, ¿es razonable solicitar que una persona vaya cinco años a la cárcel, fastidiándole la vida por una situación de acoso puntual en la que no hubo ni un herido leve? ¿esto ocurre en el mismo país donde un torturador fascista no pasa a la sombra ni cinco minutos? Me repito en exceso, lo sé, pero la estulticia es aún más reiterativa que yo y, todavía mucho más degradante y triste su consentimiento, entre feliz e ignorante, por una gran parte de la sociedad española.

La noticia optimista del día. La última encuesta del CIS dice que entre PP y PSOE sacarán 40 de los 54 diputados que tiene el estado español en el Parlamento Europeo. No sé si aciertan o no. Sólo un dato: supone el 74% de los votos (hay circunscripción única) para el bipartito del régimen que, según voces optimistas ¿o incautas?, está en crisis. Apañados vamos cuando recupere el vigor. Que vuelvan a temblar hasta los elefantes de Botswana.


La conciencia, quizás por ser casi inexistente o servir solo para denostar al político en la sobremesa con los amigotes, llamaradas  rutilantes y fugaces como las del 22M aparte, es de lo poco que nunca se pone en crisis en este país.

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