domingo, 18 de enero de 2015

Mayte o el retorno a la esclavitud

A una jerezana en paro le ofrecieron en una panadería de su ciudad un trabajo con las siguientes condiciones laborales:
-De lunes a domingo (el trabajo interminable).
-9 horas diarias (sólo 63 a la semana, apenas 23 más que el horario  legal, una minucia).
-Sin vacaciones (que la holgazanería es la madre de todos los  vicios).
-Descuento de los días que esté enferma (a la sanación por la vía  del descuento, mano milagrera de santo).
-Descuento del sueldo si sobra pan o dulces (imagino que podrá  llevárselos para hacer aunque sea unas sopitas).
-15 días a prueba trabajando gratis (ya se me acabó la ironía).
-Y después de este desolador paisaje, tras la batalla de la lucha de  clases, lo mejor. Sueldo: 500 euros netos. 
Como cobra la ayuda de 426 euros, Mayte Crespo, no aceptó. Tampoco hay noticias, debe ser mujer de temple, de que intentara abofetear, o insultar siquiera, a la persona que quería reducirla a la esclavitud. Incluso, según declaración suya, llegó a pensar lo siguiente: "creí que a lo mejor era una prepotente por pensar que era una barbaridad". Y a renglón seguido añade: "si no tuviera nada tendría que haber aceptado". Es muy interesante lo que nos dice Mayte que pensó, porque nos revela que los ideólogos del trabajo sin derechos están en la senda del triunfo. Recibes una propuesta humillante, indigna, para seres humanos entre la espada y la pared, y aún te quedan dudas acerca de si has obrado con exquisitez. El hambre de Mayte y su familia, si no tuviera ningún ingreso, sería razón convincente (a la fuerza ahorcan) para aceptar esa indecencia, pero lo triste es que los aspirantes a esclavistas nos colonicen el pensamiento, que nos hagan dudar de que, aunque en retroceso, existen derechos (¿hay que enumerarlos?) que deberían ser inalienables.
La mágica crisis (estafa vital para los más débiles), con sus reformas laborales y el paro desbocado que desata un terror mucho más acechante y cotidiano que el yihadista, es culpable del gran envalentonamiento de la patronal. La Coca-Cola cierra y desmantela su fábrica de Fuenlabrada, a pesar de tener beneficios de 900 millones de euros, con la inestimable colaboración de la policía que pagamos todos, principalmente los trabajadores. 
El obrador que quería esclavizar a Mayte es una caricatura terrible de lo que ha traído la crisis: bajada o congelación generalizada de salarios y la interiorización de que hay que aceptar cualquier trabajo. Tener un empleo, en el país donde los 20 más ricos tienen lo mismo que los 14 millones más pobres, es sinónimo de privilegio. El gobierno se ufana del empleo precario que se crea. Pero no es su culpa, al menos exclusivamente, pues la clase dominante va a lo suyo: ampliar su riqueza. Sin embargo, la clase obrera (más allá de la infamia sindical), principalmente la que tiene mayor seguridad laboral, no ha estado a la altura que exigían las circunstancias, pues, salvo momentos puntuales, no se ha luchado con el ahínco requerido. Ante una huelga general contra la tropelía hecha gobierno, ese momento sagrado de decir no, ha primado la mirada miope y cortoplacista que nos impide perder un día y, si no ganar el futuro, al menos disputarlo con dignidad.

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