miércoles, 29 de abril de 2015

Gabilondo en busca de Tierno

Con la candidatura de Ángel Gabilondo a la presidencia de la Comunidad de Madrid el PSOE quiere resucitar al alcalde Tierno Galván. El mayestático profesor, expulsado en 1965 de la universidad franquista, junto a López Aranguren y García Calvo, por el gravísimo delito de ponerse al frente de una manifestación universitaria, fue el impulsor en los años 80 de la denominada movida madrileña.
Treinta años después (el tango es mentiroso, pues sientes que esos treinta años tampoco son nada) el PSOE ha querido ponerle un poquito de remanso a su movida interna buceando en la filosofía, en concreto en el árido territorio (lo asocio con marcianas llanuras rojizas) de la metafísica. Gabilondo es la pausa. El hombre tranquilo, atildado, cuya presencia puede evitar el desastre (mientras Carmona, candidato a la alcaldía, patético recolector de votos,  hace de "crooner" en televisivas tardes felices), el hombre que despierta en sus filas una confianza, paradójica para un filósofo, casi irracional. 
Está situación me recuerda (no sé si adecuadamente) un cuento de Patrick Suskind, autor que en los años 80 escribió una primera (y única) novela que triunfó en los dos frentes: crítica y ventas. Fue una estrella fugaz. Refulgió y se apagó. Pero antes dejo algún que otro chisporroteo, entre ellos un cuento cuyo nombre creo que es "El combate". La historia, tal como la recuerdo, es muy simple: en un parque, en mi ciudad, Las Palmas de Gran Canaria, sería el Parque Santa Catalina, se reúne habitualmente un grupo de aficionados al ajedrez. Uno de ellos, hombre de actitud prepotente, es el ganador habitual, ese ser que despierta en los demás, bajo las buenas maneras, un resquemor sordo, latente. Como aquél es un territorio abierto (aunque ahora algunos parques los cierran despreciando a los noctámbulos), un día aparece un desconocido, un individuo silencioso, mesurado, que despierta las dudas y los miedos en el campeón y las esperanzas de ver vengadas tantas derrotas en los agraviados. Es el forastero que llega al pueblo, ademán impasible y seguro, para acabar con la férrea dictadura del cacique de los escaques. Pero tras la fachada, siguiendo el símil con los falsos pueblos del Oeste, no hay nada, un jugador pésimo que deja en el prepotente la vergüenza del miedo interior y en los resentidos la frustración más profunda del que intuyó la venganza.
El PSOE lleva más de 20 años mordiendo el polvo en una Comunidad de Madrid transformada de machadiana "rompeolas (antifascista) de todas las Españas" en fortín de la derecha. Ahora presenta, con Gabilondo, al justiciero impávido que, invocando a Kant, enfila la calle principal, presto a finiquitar la dictadura absolutista del PP y sus rubias de ultraderecha. Pero el asunto se complica, pues por la otra punta de la calle, aunque mal avenida y envuelta en interminables y enervantes disputas, se vislumbra una gentil y siniestra tropilla desafiante (Ganemos Madrid, Podemos, IU y sus dos versiones) digna de expertos en el arte de la paciencia.
En la llamada Guerra Civil la resistencia de Madrid fue un ejemplo de la lucha antifascista. En las próximas autonómicas Gabilondo, un no afiliado al PSOE, va a tener en alguna medida, "pimpampropuesta" Carmona  aparte, sobre sus espaldas, como si fuera un frente de guerra, la resistencia de Pedro Sánchez, que seguramente sueña con la figura hierática del filósofo invitando  a los madrileños, desde un balcón exitoso, burlándose del tiempo que nos burla, a estar al loro.


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