martes, 19 de mayo de 2015

Moscas (o ministros) a cañonazos

Hace unos días, desde Corea del Sur, salió la noticia de que el gobierno de su homónimo país del norte había ejecutado al Ministro de Defensa Hyon Yong-chol tras acusarlo de traición "por haberse dormido en presencia del líder máximo". Por cierto, aplicando la estricta norma coreana, el Borbón viejo habría sido ejecutado un montón de veces por dormitante casi perpetuo en los actos oficiales celebrados durante los años previos a su retiro dorado (se le podría acusar de una de las peores faltas de respeto, las que se tienen con uno mismo). Pero tan llamativo como el "delito" imputado es el método de ejecución usado para implementar la implacable sentencia. Es la segunda vez que se habla de un sistema estrambótico de ejecución en Corea del Norte, que buscaría añadir a la dureza que conlleva la pena de muerte un plus de crueldad e ignominia. Se me objetará que tal proceder tiene un objetivo claro: la función ejemplarizante o, para ser más precisos, aterrorizante de la población. Contesto: la agonía, el horror, lo inspiran situaciones previsiblemente muy anteriores al momento de morir. Me refiero a un paso previo que se llama tortura y que dura infinitamente más que una ejecución por muy cruel que sea. Me escalofría y entristece (hasta el cine con sagas como Saw es prueba de ello) la conciencia de que son infinitos los caminos que somos capaces de diseñar para el dolor y bastante más limitados los del placer. Hace unos meses, cuando se habló de la ejecución del tío de Kim Jong-un se especuló con que fue devorado por una jauría de perros. Al ministro dormilón, cuya ejecución ha sido desmentida por esa cara ¿amable? del régimen que es el catalán Alejandro Cao de Benós, el espionaje de Corea del Sur dice que lo liquidaron (tal vez sería más apropiado utilizar el término desmenuzaron) con un cañón antiaéreo de origen soviético. Alongándome en el humor negro puedo pensar que lo pusieron en un globo aerostático para eliminarlo, más que nada porque subirlo a un caza, por muy viejo que sea, me parece un dispendio excesivo. Se trata de la maldad aliada con la locura: ejecutado por dormirse (maldad) con un cañón antiaéreo (locura). Desconozco si Hyon ha sido ejecutado o no, aunque hay noticias que hablan de que salió en televisión un par de días después. Pero me interrogo: ¿por dormirse y con un cañón antiaéreo? ¿No había un buen campo de trabajo donde reeducar el sueño de este hombre? A casi todo aquél que ha leído la noticia lo que le ha estremecido es la metodología basada en el cañonazo. Y es cierto, impacta. Pero pensemos un momento: si la precisión no falla, aunque sea una muerte visualmente espeluznante, para el ejecutado es instantánea. En el estado español, hasta la abolición de la pena de muerte en 1978, el método oficial establecido para ejecutar la pena máxima era el garrote vil. No obstante, para momentos de guerras o posguerras civiles, donde hay una producción más industrializada de la muerte, el pelotón de fusilamiento gana por rapidez y eficacia. El garrote era un método, en su rusticidad artesana, por lento y doloroso, de una crueldad mayor que la desmesura del cañón antiaéreo o la escalofriante guillotina. 
Acabo con un fragmento de la película "Salvador", que refleja la ejecución del militante anarquista Salvador Puig Antich.




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