jueves, 1 de octubre de 2015

De escaños y votos o los caminos de la mayoría absoluta

Me conmueve el desmedido amor que, al cobijo de las elecciones celebradas en Cataluña, ha surgido al valor intrínseco de cada voto. 
Ojalá cunda esa pasión y no sea una simple tontuna pasajera para desacreditar independentistas. Ya sabemos hasta el fin de los tiempos, por si alguien tanto desde la malicia como desde la buena fe no se había percatado, que una mayoría absoluta de escaños en una cámara de la bella democracia representativa puede no ser concordante con una mayoría absoluta de sufragios.
Siempre nos recuerdan: esas son las reglas del juego. El problema es que el asunto no es un juego. 
Desde 1977 hasta la fecha ha habido en el estado español diversas mayorías absolutas parlamentarias, tanto del PSOE como del PP. Ninguna de ellas, ni siquiera la aplastante de Felipe González en el 82 (202 diputados sobre 350), fue lograda con más de la mitad de los votos. La actual del PP, bastante plácida con 186 escaños, fue conseguida con el 44,6% de los votos (10.830.693). Descontando el voto nulo y en blanco el resto de opciones políticas obtuvieron 13.108.883. Y hemos oído infinidad de veces el argumento de que el PP tiene toda la legitimidad democrática para sacar adelante sus propuestas. Bien. Pero que no se nos olvide que cuando el resto de grupos rechazan unánimemente alguna ley del PP, en aritmética pura, voto a voto, esa ley estaría siendo rechazada mayoritariamente por la población. Y el legislador tiene en su mano una cierta capacidad de contribuir al sufrimiento o al alivio de las clases populares. En estos cuatro años la mayoría absoluta  ha sido absolutamente recortadora de derechos. Recortes que el pesimista que me habita tiene el convencimiento de que han venido para quedarse, previa asunción ideológica (esta es la clave) por parte de grandes capas de la población. Y se ha hecho con una minoritaria mayoría absoluta cuya mano, a la hora de apretar el apabullante botón, ha carecido del más leve temblor moral. 
No defiendo con lo expuesto que los 72 diputados independentistas, mayoría absoluta obtenida con un insuficiente 48% de los votos emitidos, en injusta reciprocidad, tengan legitimidad para hacer una declaración unilateral de independencia, aunque el número de escaños los cobije y les permita trabajar en pos de la creación de un estado propio. Sí mantengo que tras estás elecciones queda aún más claro que la única resolución posible al conflicto planteado, tarde o temprano, es un referéndum justo con una pregunta clara. Pues lo indiscutible es que si unimos a los 72 diputados independentistas los 11, muy disputados, de Cataluña si que es Pot, defensores sin ambigüedad del derecho a decidir, tenemos una mayoría absoluta en la que caminan de la mano, en este caso sí, los escaños y los votos.

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