sábado, 12 de diciembre de 2015

La esencia en el armario o el disimulo de Pablo

¿Qué está haciendo, cómo calma Pablo Iglesias al comunista que lleva dentro? Me surge esta pregunta de las clarificadoras palabras de Pedro Sánchez en El Hormiguero, pidiéndole al líder de Podemos que fuera ¿valiente? ¿honesto? ¿suicida? y, saliendo del armario (fue el término utilizado por el preboste socialista), confesara, término adecuadamente religioso y saturado de culpa, su condición de comunista.
A veces escucho o leo una frase y se me queda rebotando de un lado a otro de la bóveda craneal, hasta que se diluye o cuaja, con mayor o menor fortuna, en un textito, en unos garabatos más para compartir en este callejón. A bote pronto me surgen dos preguntas: ¿es Pablo Iglesias realmente comunista? Suponiendo que lo fuera, ¿debe difundirlo o disimularlo? Ahora, tras el bote pronto, me surge una pregunta previa en la que ya, de partida, habría discrepancias: ¿qué es ser comunista? Es curioso como toda la precisión terminológica que existe para nombrar y acotar bastantes conceptos abstractos como el amor, la bondad o el odio, al entrar en liza las definiciones de carácter ideológico, se difumina. El concepto comunismo (y aún más el de socialismo, paraguas lingüístico bajo el que se acogen Maduro y Felipe González) ha acogido bajo su manto organizaciones en algunas ocasiones absolutamente contrapuestas, con modelos enfrentados. Ciñéndome al mundo comunista me retrotraeré al jardín rojo que floreció en los años 70: Partido Comunista de España (PCE), Movimiento Comunista (MC), Partido del Trabajo de España (PTE), Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT), Liga Comunista (LC), Liga Comunista Revolucionaria (LCR), Partido Comunista de España (Marxista-Leninista), Partido Comunista de España (reconstituido), Oposición de Izquierdas al PCE (OPI). En el ámbito canario existía, además, el Partido de Unificación Comunista, donde yo milité. Un mar de organizaciones que se autodefinían, a veces con profundos odios entre ellas, como comunistas. Siendo sincero y citando, espero que sin que me consideren un hereje, a Celia Cruz, "aquí no hay (ni había) cama pa tanta gente". Estos partidos, casi todos póstumos largo tiempo ya, tenían el mismo fin: una sociedad sin clases donde cada persona recibiera según sus necesidades y diera según sus capacidades, y donde no fuera necesario el aparato represor del estado. Este fin, discrepando en la trayectoria a seguir, era también compartido por los anarquistas. Aunque ciegos no lo viéramos, era desolador. Una meta tan hermosa lastrada por una fragmentación tan grande y, a otra escala, en el ámbito de la izquierda, persistente. Sé que no menos importante que la meta era el camino, que se aventuraba larguísimo. Y que, como el enemigo era de poco fuste, encima se afrontó sumidos en la división. 
Cuento viejo, me dirán. Sí y no. Pedro Sánchez formula la pregunta con una clara, y lógica, intención dañina, sustentada en una exitosa lucha ideológica por parte de las fuerzas capitalistas. Esta idea vieja pero hermosa del comunismo, frustradas las experiencias de tránsito del llamado socialismo real por sus errores, sus crímenes y un hostigamiento perpetuo, en el imaginario popular, incluso de la gente más humilde, se presenta como algo indeseable. 
Sí, aunque no tenga el valor de ser un Julio Anguita que nunca reniega de su condición de tal, Pablo, conociendo su trayectoria en La Tuerka y aventurándome, osado, en sus silencios y sus probables lecturas, es un tipo que, incluso queriendo zafarse, por coherencia de pensamiento, no le queda otro remedio que, aunque le cueste usar en un mitin los conceptos clase trabajadora (los de abajo) u oligarquía (los de arriba), ser comunista. O sea, ese diablillo menor llamado Sánchez tiene razón. Si usted le vota a Pablo Iglesias le está votando, aunque él disimule, pues esa parece una de las esencias de cualquier campaña electoral que quiera tener ciertos visos de éxito, a un tipo rojo como un tomate. Pero queden tranquilos los alarmados. La idea, su esencia, volverá y prenderá, pero aún pasarán muchos años y mucho sufrimiento. 

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