viernes, 1 de enero de 2016

La unidad de España bien vale un tripartito

De lo plumbeo, solido, férreo, tosco, hemos transitado a lo volátil, al artefacto endiablado que puede llevarse a más de un artificiero por delante. En teoría. Se abre el año con un paisaje político inédito en la España posterior a la dictadura de Franco. El bipartidismo tradicional, sin ser derrotado sí ha visto mermado su caudal de votos. Siempre había superado el umbral del 70% de los sufragios. En estos comicios llega escasamente al 51%. Jamás un tercero había pasado de poco más de 20 escaños. En el nuevo parlamento hasta el cuarto sobrepasa de largo esa cifra. Por primera vez no se tiene la certeza (¿o sí?) de quién, presidirá el gobierno: ¿Rajoy? ¿Sánchez? ¿el misterioso independiente? O quizás sea necesario acudir de nuevo a las urnas en primavera. Todo un mar de hipótesis se abren en el terreno donde antes, si no había mayoría absoluta de uno de los partidos turnistas, se producía el apoyo de los nacionalistas catalanes (y/o vascos) y, "aquí paz y en el cielo gloria". 
Pues se acabó la paz. Sospecho que cada vez más briosos e intensos retumbarán, baterías mediáticas mediante, tambores convocando a la guerra, a una guerra cuasi santa, la guerra por la unidad de España, de la que derivan su estabilidad y su igualdad. Y en esa guerra el PP, haciendo un símil histórico, es un cristiano viejo cuya limpieza de sangre (española por supuesto), está fuera de toda duda. Ciudadanos podría, parafraseando a José Martí, alegar: "nací en el monstruo (separatista) y le conozco las entrañas". El PSOE, encabezado por sus barones y sobre todo su varona, quizás para hacerse perdonar el pecado de juventud cometido en Suresnes, donde defendió el nefando derecho de autodeterminación para las nacionalidades del estado español, primo hermano del derecho a decidir, se pasea por todos los foros imaginables diciendo que jamás se sentará a la mesa a dialogar con Podemos salvo que Pablo Iglesias abjure, golpes de pecho incluidos, de sus veleidades consultivas en Cataluña. 
Un veterano dirigente del PSOE, el actual Diputado del Común de Canarias, Jerónimo Saavedra, ha sido el más contundente. Declaró que un gobierno del PSOE con Podemos, IU y nacionalistas "sería una cosa espeluznante". Hay palabras definitorias. El diccionario de la RAE da la siguiente definición de espeluznar: "Espantar, causar horror". Esta afirmación sería digna de algún conspicuo miembro de la extrema derecha. Encontrarla en la reflexión de alguien que en los setenta llegó a pertenecer al ala izquierda del PSOE, entristece, pues te permite medir la magnitud del triunfo del pensamiento conservador. Saavedra prefiere el gobierno del PP, con el apoyo pasivo de su partido, al gobierno del PSOE con los aliados antes citados. Y tiene lógica, más allá de militancias, Saavedra pertenece a ese selecto club, generalmente formado por exgobernantes y grandes empresarios, que podríamos denominar con el apelativo de gentes de orden. Podemos, para él (estoy convencido de que el león no es tan fiero como lo pintan), es el caos, un horror tropical con música llanera de fondo. El horror que para don Jerónimo no han sido los recortes sociales del PP (defiende que siga 4 años más gobernando), que han llevado a la extrema pobreza a los sectores más indefensos de la sociedad y ha incrementado una desigualdad real, de clase, por la que nunca se preocupan quiénes buscan una milimétrica igualdad territorial.
Los adalides del tripartito pasivo (el PP gobernando y PSOE y Ciudadanos apoyando desde fuera con variado entusiasmo) o el tripartito activo (todos remando bajo la mirada complaciente de la señora Merkel) irán asomando cada vez más sus cabecitas en el seno o el perímetro intelectual del PSOE. Y esta postura, si en Cataluña la CUP inviste a Mas, se reforzará considerablemente al subir el nivel de alerta. El desafío separatista catalán requerirá, bendecido por todos los poderes fácticos, incluidos los hisopos de los obispos (Blázquez, su presidente, arrimando el hombro a la serpenteante manera marca de la casa, declaró que a veces "la abstención es una forma preciosa de colaboración"), el sacrificio de los socialistas. La opinión más extendida establece que ese pacto sería el acta de defunción del PSOE, dejando el vasto campo de la izquierda expedito a Podemos. Si se logra que cale en la gran mayoría de la población la idea de una situación de excepcionalidad, de gran peligro para la unidad de la nación y una igualdad que, si nunca ha existido, hoy es mucho más remota aún, parte del camino se habrá transitado. 
El ministro de Guindos ha abierto el año declarando que "las peores crisis económicas tienen un origen político". Y ese origen político se llama Podemos y la desconfianza que, se supone (el sueño de Syriza me inquieta), genera en los verdaderos amos: los mercados. Si en el torrente ideológico de la población se establece la necesidad de un cinturón sanitario sobre Podemos, sustentado en los pilares de la unidad de España y en no poner en peligro una recuperación económica que, con el terror del paro, crea trabajadores precarios y mal pagados pero de acción sumisa, tal vez esa aventura, si el PSOE la llega a emprender, no sea el inicio de una decadencia inexorable. O sí. Guste o no, la sonrisa de Podemos les acecha.


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