viernes, 18 de marzo de 2016

Bestias pardas: la ausencia, incluso mendigando, de un poso moral

En la película "El pianista", de Roman Polanski, hay una escena, que no siendo la más violenta, es quizás de las más degradantes. Me refiero a cuando unos soldados nazis, en un puesto de control del gueto de la Varsovia ocupada, obligan a un grupo de judíos a bailar para su diversión y solaz. Pienso que el nazismo es una aproximación bastante lograda a eso que tal vez no existe, por empeorable siempre, que es el mal absoluto. Esos soldados, en su patanería, no siendo el eslabón más peligroso de la cadena, son el eslabón más soez, más irritante, el que pudiendo escudarse, cuando toque, en la obediencia debida o en su carácter de simple tropa, disfruta con fruición de su metro cuadrado de despotismo.
No he podido evitar que acuda a mi memoria esta escena, tras ver la acción nazi de un amplio grupo de seguidores del PSV Eindhoven en la Plaza Mayor de Madrid. Durante un rato, estos tipos xenófobos y fascistas, independientemente de como cada uno de ellos se catalogue, se dedicaron a lanzar, como si con perros juguetones tratasen, monedas al suelo, a un grupo de rumanas de etnia gitana que ejercen la mendicidad. En Barcelona, aficionados ingleses del Arsenal, tomaron como objeto de sus chanzas a otro mendigo con claros síntomas de discapacidad mental. En Roma un seguidor del Sparta de Praga se puso a mear al pie de una mendiga. Escritores como Galeano y Vázquez Montalbán abrieron la bella emoción del fútbol al aprecio no furtivo de la izquierda. Pero cuando ves, salvo honrosas excepciones (es delicioso observar las banderas republicanas en el campo del Rayo Vallecano), la facilidad conque coquetean con el fascismo los seguidores más cerriles, los que nos sentimos "galeanistas", los que esgrimimos su maravilloso libro sobre el fútbol como parapeto ante los intelectuales "puros", libres de la mácula futbolera, sentimos el desánimo de compartir una afición con esa caterva de bestias, nunca mejor dicho por su significación ideológica, pardas.
Es unánime, y lógico, el grito biempensante en el cielo. Se alaba, con toda razón, a las personas que, abandonando la mironería, recriminaron el deleznable espectáculo de la Plaza Mayor. Pero en uno de los vídeos vi unos actores más: la policía. Y su intervención, bastante delicada con los trasegadores de cerveza, me pareció que erró el objetivo. Las víctimas, las mujeres denigradas, más allá de su propia inconsciencia y servilismo, y sobretodo más acá de sus necesidades, fueron las desalojadas de la plaza. Reconozco, ajeno a la corrección política y al bla bla bla de la estricta no violencia, que en este caso una ración de porrazos no habría sido un mal pago al denigrante espectáculo.
Una última idea. Estos varones bien alimentados y que han tenido opciones de recibir una educación adecuada, pero que no ha dejado ningún poso moral en sus personas, humillaron a mujeres, probablemente analfabetas, que han crecido en un entorno social en el cuál, desde niñas, desde su primer uso de razón, ya se han visto bien servidas de ambos elementos: varones despreciativos y situaciones humillantes que, el vídeo lo demuestra, han asumido como consustanciales a su existencia. 

1 comentario:

  1. Sin comentarios , pero solo una reflexión en forma de pregunta ¿ cuanto tiempo tardaron " los uniformados " en acudir ? mas de dos horas en el caso de Madrid y solo porque era la hora de " conducir " a los Hinchas al estadio .

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