viernes, 6 de mayo de 2016

Sin complejos: Objetivo Sorpasso

A pesar de las tropelías del PP, y a la expectativa de si con Albert Rivera, ese chico para todo, transversal, les llega, yo diría que reina la calma en los territorios de la derecha. Está claro que da igual, que debemos abandonar toda esperanza, pueden sacar mil escándalos y suciedades más. El suelo marmóreo no va a bajar, bajo ningún concepto, del 25%. Al contrario, sospecho que un aluvión, aún mayor, de corruptelas, tendría sobre los irreductibles un efecto cohesionador. Sí, la derecha está en paz y otea, imagino que entre el asombro y la carcajada mal contenida, la posibilidad de una mayoría absoluta, a la que podría acceder con los votos del zurrón centroizquierdista que Ciudadanos (muleta idónea a diestra, y si hace falta a siniestra) se elaboró con los retales del pacto con el PSOE.
La claridad, la simpleza del convencional campo de la derecha, se torna en el convencional campo de la izquierda (ese en el que se sitúa, a pesar de su praxis cuando accede al gobierno, al PSOE) en pura tensión, en mensajes cruzados. Las ya convocadas elecciones del 26 de junio plantean dos aspectos básicos e inéditos.
En primer lugar la posible alianza de Izquierda Unida y Podemos, circunstancia que se dirimirá en apenas una semana por imperativo de los plazos electorales, y que ya produce un multidireccional fuego graneado y una enorme preocupación de la derecha por el futuro de IU como organización. Observo que los anteriormente comunistas camuflados en IU, se convierten en entes preciosos por los que valdría montar un operativo especial tipo “Salvar al soldado comunista”. Entiendo que los seres humanos, yo el primero, amamos nuestros símbolos, nuestra identidad. Y este tema me ha hecho, en una extraña asociación, acordarme de la Unión Soviética. Hasta el día antes de morir, sus símbolos se mantuvieron intactos, el socialismo era eterno, lo que no estaba intacto era lo más importante, el pensamiento, la capacidad de lucha de la gente que debía defender los valores igualitarios, el objetivo indeclinable de construir una sociedad mejor. Lo esencial no es la identidad de IU o de Podemos. Lo esencial es si se puede construir una alternativa con un programa de mínimos y objetivos claros que esté en condiciones, por primera vez en 40 años, tal vez no de inquietar, para eso se necesitaría una calle poco activa, pero sí de incomodar, que les haga dejar de mirarnos como a insectos, a la clase dominante. Caso aparte (y que me parece el trabajo de un submarino como fue la Nueva Izquierda de López Garrido y Cristina Almeida que torpedeó el proyecto de Anguita y arribó, tras el trabajo bien hecho al puerto socialista), es el de Gaspar Llamazares, de plató en plató defendiendo, desde el paradójico nombre de Izquierda Abierta, una IU que con él nunca pasó de ser una moderada muletilla del PSOE.

En segundo lugar, si fructifica la confluencia, la palabra, mágica para unos, y tabú para otros, será sorpasso. La posibilidad del adelantamiento, de que la hegemonía de ese espacio ideológico llamado izquierda en el que con gran generosidad se ubica al PSOE cambie de bando después de 40 años. Una unión de izquierdas puede superar en votos y escaños a una de las, hasta hace un par de años, sólidas patas del bipartidismo. Pensar en ganarle al PP me parece muchísimo más complicado. Supondría llevar a su nivel máximo de movilización e ilusión al voto de izquierdas y dar un gran bocado al voto tradicionalmente socialista. Pero el simple hecho de superar al PSOE rompería el imaginario monolítico, instalado durante décadas, de las dos grandes formaciones turnistas, que ya, sin estar hundido, salió tocado de las últimas elecciones. El PSOE comenzaría un periodo de lucha interna que no se si llevaría a la anunciada pasokización, pero si supondría una oportunidad de oro para instalar otro imaginario, más combativo y transgresor, como referente en el ámbito de la izquierda. Y si la derecha no obtiene la mayoría absoluta, que es mucho más factible frenar con esta confluencia de izquierdas, el PSOE, además, se vería obligado a asumir una posición que en el ámbito del gobierno estatal desconoce, la de tomar partido, bien por activa, entrando en un gobierno de izquierdas, o bien, siguiendo la posición de Felipe González, por pasiva, facilitando con su abstención el gobierno del PP. 
A confluir, que no es fácil, pero ya es hora. Aún sabiendo que los márgenes de acción que deja este sistema son escasos, y los hipotéticos triunfos modestos, es necesario acabar con lo que he percibido siempre como una tendencia de la izquierda, tan irresistible como esquizofrénica, a una fragmentación casi cainita, a la par que se clama ardorosamente por la unidad popular. No obstante, este pesimista relativamente ilusionado, ante las expectativas creadas, piensa que esta vez no hay marcha atrás. 

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